lunes, 15 de septiembre de 2014

Colores



Cuando empiezas a superar un desamor, vuelven los colores a tu vida. No todo está gris, como en un día de lluvia, sino que de repente te fijas, y el sol luce brillante e intenso como antes.

Levantas la vista del suelo, y te das cuenta de la de gente, espacios y lugares que hay a tu alrededor. Y no sabes cómo has podido vivir tanto tiempo con las luces apagadas.

No solo tu vista cobra vida de nuevo, tus oídos, el gusto, el tacto, el olfato... Sientes todos tus sentidos diferentes.

Piensa, es verano, estás en la playa, cierra los ojos... ¿Qué sientes?

El sonido de las olas, el golpeteo de dos personas que juegan a las palas, la risa de un grupo de jóvenes a tu lado, los niños gritones del otro lado de la playa, el sol calentando la piel, el pelo al viento, olor a agua salada...

La vida sigue, no se para, muévete con ella y disfruta o llora quedándote atrás.

Hasta salir de fiesta vuelve a ser divertido, porque ya no lo haces por nadie más que por ti.

Te vistes con el vestido que más te gusta, te maquillas como más cómoda te sientes y sales. No a buscar a alguien, solo a divertirte.

Vuelves a sentirte tú, te rodeas de tus amigos, te ríes enseñando los dientes y bailas haciendo el tonto porque te da igual quien te mire. Nadie te juzga, nadie te pone límites. Eres feliz y eso es todo.


Bailas, con el cuerpo entero y los ojos cerrados, dejándote llevar, despertando partes de ti que habían estado rígidas más tiempo del necesario. 

Pero cuando abres los ojos, te espera una sonrisa.

Blanca, radiante, y te descubres a ti misma respondiéndola, con timidez, con inocencia, volviendo a sentir esas conocidas mariposas en tu tripa.

Vuelve a pasar, vuelves a caer.

Porque así es el amor. Impredecible, tentador, increíble... Y un poco capullo también.